Es de público dominio la extraña idea que proclama la caída de un meteorito como causa de la desaparición de los dinosaurios y afines. Nada más lejos de la realidad. Es totalmente falso. En principio, es una hipótesis descabellada y descerebrada. ¿Alguien cree que todos los dinosaurios y afines se iban a reunir un día ─¡viniendo hasta del último rincón del planeta!─ en confraternización suponemos, en un paraje bastante extenso para acomodar a toda la mole que llegaría, y casualmente, un meteorito que pasaba por allí tuvo un tropiezo tonto y les cayó encima? El mito de la desaparición de los dinosaurios no es más que eso, un mito procedente como todos ellos de la ignorancia y trasmitido y agigantado por seres viles e iletrados carentes del mínimo intelecto necesario para razonar.
Está comprobado que Yago o Jacobo o Diego, como se desee, llegó a la península Ibérica ─aunque entonces no se llamaba así─ desembarcando en Tarraco. De allí se dirigió al interior donde fue interceptado y capturado por una tribu de íberos, que como acostumbraban, se lo comieron. Así que lo del pedrusco o pilar y toda la demás parafernalia mística montada sobre su viaje es falsa incluyendo, ─claro está─ el cadáver en Galicia.
Avanzaba altivo por la floresta, consciente de su supremacía cuando se lo encontró. Repentino, entre los arbustos, parecido a él, pero un algo indefinible los diferenciaba. No lo analizó. Con un golpe de su bastón lo derribó. Un par de golpes más acabaron con la resistencia que hubiera podido presentar. Ahora que el enfrentamiento o simplemente escaramuza había terminado, se detuvo a contemplarlo. Era un poco más alto, pero menos robusto y con una extraña configuración general, sobre todo en la cara que asemejaba más a un recién nacido que a un ser completo. Tampoco se preocupó demasiado. Cargó con el cuerpo y se encaminó a la aldea. Allí lo asaron y se lo comieron sin disquisiciones estilísticas. Pero él sentía curiosidad. Al amanecer siguiente se dirigió a la dirección en la que apareció el extraño. Siguió el rastro que había dejado al llegar allí. Pronto encontró un grupo muy semejante. Una figura se alejó hacia el río. La siguió interesado y curioso. Era una hembra. Contempló con a